lunes, 9 de abril de 2012

Cartas de Colón


Diario de Colón. Libro de la primera navegación
Fragmento
Jueves, 11 de octubre [12.10.1492]
Puestos en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha Isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito. Luego se juntó allí mucha gente de la Isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante, en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias: "Yo (dice él), porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a Nuestra Santa Fe con Amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que tuvieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos a donde nos estábamos, nadando. Y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuenticillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad. Mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más de una harto moza. Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de 30 años. Muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras. Los cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballos, y cortos. Los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. De ellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y de ellos se pintan de blanco, y de ellos de colorado, y de ellos de lo que fallan. Y dellos se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y de ellos solos los ojos, y de ellos solo la nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo, y se cortaban con ignorancia. No tienen algún hierro. Sus azagayas son unas varas sin hierro, y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hize señas que era aquello, y ellos me mostraron como allí venían gente de otras islas que estaban cerca y los querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestra Alteza para que aprendan a hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos en esta Isla." Todas son palabras del Almirante.
Carta de Colón, anunciando el descubrimiento del Nuevo Mundo
Señor, porque sé que habréis placer de la grand victoria que Nuestro Señor me ha dado en mi viage, vos escribo esta, por la cual sabreis como en 33 días pasé a las Indias, con la armada que los Ilustrísimos Rey e Reina nuestros señores me dieron donde yo fallé muy muchas Islas pobladas con gente sin número, y dellas todas he tomado posesión por sus altezas con pregón y bandera real extendida, y no me fué contradicho. A la primera que yo fallé puse nombre San Salvador, a conmemoración de su Alta Magestal, el cual maravillosamente todo esto ha dado: los Indios la llaman Guanahani. A la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción: a la tercera Fernandina: a la cuarta la Isabela: a la quinta la isla Juana, é asi a cada una nombre nuevo.
[...]
Yo entendía harto de otros Indios, que ya tenía tomados, como continuamente esta tierra era Isla: é así seguí la costa della al oriente ciento siete leguas fasta donde facia fin; del cual cabo vi otra Isla al oriente distante desta diez é ocho leguas, á la cual luego puse nombre la española: y fuí allí: y seguí la parte del setentrion, así como de la Juana, al oriente ciento é ochenta y ocho grandes leguas, por linea recta, la cual y todas las otras son fertilísimas en demasiado grado, y ésta en extremo: en ella hay muchos puertos en la costa de la mar sin comparación de otros que yo sepa en cristianos, y farto rios y buenos y grandes que es maravilla: las tierras della son altas y en ella muy buenas sierras y montañas altísimas, sin comparación de la isla de Teneryfe, todas fermosísimas, de mil fechuras, y todas andables y llenas de árboles de mil maneras y altas, y parecen que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la foja, segun lo pude comprender, que los vi tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España. Y dellos estaban floridos, dellos con fruto, y dellos en otro término, segun es su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pajaritos de mil maneras en el mes de noviembre por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o de ocho maneras, que es admiración verlas, por la diformidad fermosa dellas, mas así como los otros árboles y frutos é yerbas: en ella hay pinares á maravilla, é hay campiñas grandísimas, é hay miel, y de muchas maneras de aves y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas de metales é hay gente in estimable número.
La Española es maravilla: las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas, y las tierras tan fermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares. [...]
En conclusión, a fablar desto solamente que se ha fecho este viage que fué así de corrida, que pueden ver Sus Altezas que yo les daré oro cuanto hobieren menester, con muy poquita ayuda que sus altezas me darán: agora especería y algodon cuanto Sus Altezas mandaran cargar, y almastiga cuanto mandaran cargar; é de la cual fasta hoy no se ha fallado salvo en Grecia y en la isla de Xio, y el Señorio la vendo como quiere, y lignaloe  cuanto mandaran cargar, y esclavos cuantos mandaran cargar, é serán de los idólatras; y creo haber fallado ruibarbo y canela, e otras mil cosas de sustancia fallaré, que habrán fallado la gente que allá dejo; [...]
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Cristóbal Colón se dirige a los Reyes de España
"Yo entré a vuestro servicio cuando tenia la edad de veintiocho años. Hoy no poseo un cabello que no esté blanco. Mi cuerpo está gastado. Yo he consumido todo lo que me quedaba después de haber vendido mis bienes. Se le arrebató todo a mi hermano, sin que se nos oyera e interrogara, con grande deshonor para mí. Hay que creer que todo esto no ha sido hecho por orden de Vuestras Altezas. Estoy abandonado. Hasta el presente yo he llorado sobre otros. Ahora... que el cielo tenga misericordia de mi y que la tierra llore sobre mis desgracias. Desde el punto de vista material, yo no poseo una moneda para dar a la ofrenda. Desde el punto de vista espiritual, he llegado a las Indias, aislado con mis meditaciones, enfermo, esperando la muerte de un día para el otro, rodeado de un millón de salvajes crueles que nos hacen la guerra, alejado de los Santos Sacramentos, de la Santa Iglesia que olvidará mi pobre alma, si ella abandona aquí mi pobre cuerpo. Quienes tengan sentido de la caridad, de la bondad y de la justicia, lloren por mi. Yo no emprendí este viaje y esta navegación para ganar honores ni riquezas. Hace mucho tiempo que la esperanza de tales ventajas ha muerto en mí. Yo no puedo mentir. Suplico humildemente a Vuestras Altezas, si le place a Dios sacarme de aquí, que me permitan ir a Jerusalén, como a otros lugares de peregrinación." Firmada en Jamaica el 7 de julio de 1503.
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Dice Pedro Henríquez Ureña en su libro: LA CULTURA Y LAS LETRAS COLONIALES EN SANTO DOMINGO I
II. COLÓN Y SU ÉPOCA
No es fantasía afirmar que en la isla se comenzó a escribir desde su descubrimiento 6. El diario de COLON, que conservamos extractado por Fray Bartolomé de Las Casas, contiene las páginas con que tenemos derecho de abrir nuestra historia literaria, el elogio de nuestra isla, que, unido a la descripción del conjunto de las Antillas, creará para Europa la imagen de América: “Es tierra toda muy alta... Por la tierra dentro muy grandes valles, y campiñas, y montañas altísimas, todo a semejanza de Castilla... Un río no muy grande... viene por unas vegas y campiñas, que era maravilla ver su hermosura...” (7 de diciembre de 1492).
“La Isla Española... es la más hermosa cosa del mundo...” (11 de diciembre).
“Estaban todos los árboles verdes y llenos de fruta, y las yervas todas floridas y muy altas, los caminos muy anchos y buenos; los ayres eran como en abril en Castilla; cantava el ruyseñor...
Era la mayor dulçura del mundo. Las noches cantavan algunos paraxitos suavemente, los grillos y ranas se oían muchas...” (13 de diciembre).
“Y los árboles de allí.., eran tan viciosos, que las hojas dexavan de ser verdes, y eran prietas de verdura. Esa cosa de maravilla ver aquellos valles, y los ríos, y buenas aguas, y las .tierras para pan, para ganados de toda suerte..., para güertas y para todas las cosas del mundo qu’el hombre sepa pedir...” (16 de diciembre).
“En toda esta comarca ay montañas altíssimas que parecen llegar al cielo.., y todas son verdes, llenas de arboledas, que es una cosa de maravilla. Entremedias d’ellas ay vegas muy graciosas...” (21 de diciembre).
“En el mundo creo no ay mejor gente ni mejor tierra. Ellos aman a sus próximos como a sí mismos, y tienen una habla la más dulce del mundo, y mansa, y siempre con risa...” (25 de diciembre).
En la carta a Santángel y Sánchez, de 15 de febrero a 4 de marzo de 1493, repite, con variantes y ampliaciones, la descripción del 16 de diciembre: “La Española es maravilla; las sierras, y las montañas, y las vegas, y las campiñas, y las tierras tan fermosas y gruessas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para hedeficios de villas y lugares...”
Acompañó a Colón, en sus dos primeros viajes, el gran piloto y cartógrafo Juan de la Cosa (m. 1510). En el viaje segundo (1493) lo acompañaron el médico sevillano Diego Álvarez Chanca 7 , primer observador y descriptor de la flora, del te de la Santa Sede en América, y el jerónimo Fray Bernardo Boil 8 , monje entonces de la Orden de los ermitaños de San Francisco de Paula, benedictino después, primer representante de la Santa Sede en América, y el jerónimo Fray Román Pane 9 , autor de las primeras noticias sobre las costumbres religiosas y artísticas de nuestros indios.
En el cuarto y último viaje del Descubridor (1502) vino con él su ilustre hijo Fernando Colón (1488-1539): era entonces adolescente el que después sería caballero típico del Renacimiento y “patriarca de los bibliófilos modernos”. Cuando su hermano Diego vino a hacerse cargo del gobierno de las Indias como virrey almirante (1509), estuvo con él dos meses en Santo Domingo e hizo, según parece, el proyecto de organización de la Real Audiencia. De sus escritos —escribía tanto en prosa como en verso—, el único que se refiere a la isla es la discutida biografía de su padre, que ni siquiera se conoce en su forma española originaria, sino en la versión italiana de Alfonso de Ulloa 10 .
Fluyó sobre Santo Domingo, desde los tiempos de Colón, y después durante muchos años, toda la inundación de la conquista, los descubridores, los exploradores, los futuros grandes capitanes, Alonso de Hojeda, Juan Ponce de León, Rodrigo de Bastidas, Francisco de Garay, Diego Velázquez, Juan de Grijalva, Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, Vasco Núñez de Balboa, Pánfilo de Narváez, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Francisco Pizarro, Pedro Menéndez de Avilés... Y los evangelizadores, los maestros; bien pronto, los prelados y sus familiares, los hombres de ley, los hombres de letras. Y las damas cultas de la corte de Doña María de Toledo, y las religiosas aficionadas a escribir 11 .
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6 Sobre las primeras ediciones de escritos de COLON, desde la carta a Luis de Santángel, escrita en las Islas Canarias, febrero de 1493, con postdata de Lisboa en marzo, y publicada dentro del año, consúltese José Toribio Medina, Biblioteca hispano-americana, tomo 1, Santiago de Chile, 1898, págs. 1-28, 30-31, 48-49, 136-137, donde también se hace referencia a las reimpresiones modernas, y la Bibliografia colombina, Madrid, 1892. Entre las más completas ediciones modernas de escritos de Colón señalaré la Raccolta di documenti e studi pubblicati dalla R. Commissione Colombiana.., Roma, 1892: digna de atención, la edicion crítica del diario del primer viaje. Son fácilmente accesibles las Relaciones y cartas publicadas en la Biblioteca Clásica, de Madrid, 1892; pero ofrecen textos inseguros y no separan los auténticos de los dudosos.
Sobre Colón como escritor, consúltense Alexander von Humboldt, Examen critique sur l’histoire de la géographie du Nouveau Continent, capítulos I y IX de la sección sobre Colón (hay traducción española bajo el título Cristóbal Colón y el descubrimiento de America, dos vols., Madrid, 1892); Marcelino Menéndez y Pelayo, De los historiadores de Colón (1892), en el tomo II de sus Estudios de critica literaria; Carlos Pereyra, Historia de la América española, 8 vols., Madrid, 1920-1926, tomo 1, págs. 71-96 en contraste con las rudas censuras que hace al carácter del Descubridor, encomia sus dones expresivos. Hablo de Colón como paisajista en mi artículo Paisajes yretratos, en La Nación, de Buenos Aires, 31 de mayo de 1936.
7 El Dr. Diego Alvarez Chanca describió animales y plantas de Santo Domingo en la carta al Cabildo de Sevilla, a fines de 1493: figura en la Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV.., coordinada por Martín Fernández de Navarrete, tomo I Madrid, 1825, págs. 198-224; en la segunda edición, tomo I, Madrid, 1858, págs. 347-372; y en la Historia de Santo Domingo, de Antonio Del Monte y Tejada (v. infra). Su contemporáneo el P. Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios, la utilizó para su Historia de los Reyes Católicos, como, según parece, utilizó manuscritos y datos de Colón (primera edición, Granada, 1856; reimpresiones, Sevilla, 1869-1870 y Madrid, 1878, en el tomo LXX de la Biblioteca de Autores Españoles. La comentan Miguel Colmeiro, Primeras noticias acerca de la vegetación americana, Madrid, 1892; Antonio Hernández Morejón, Historia bibliográfica de la medicina española, tomo II, pág. 202 y siguientes; José Toribio Medina, Biblioteca hispano-americana, I, 74-75, con indicaciones bibliográficas. No hay referencias a América en los dos tratados que Chanca publicó en Sevilla, 1506 y 1514.
 8 El P. Boil (c. 1445-c. 1520, según los datos de Caresmar que menciona el P. Fita) había publicado, antes de venir a América, una traducción del tratado De religione, del Abad Isaac, 1469, en castellano lleno de aragonesismos. Dejó escritos menores. Sobre su viaje a Santo Domingo sólo sabemos que haya escrito una carta a los Reyes Católicos, en enero de 1494. Describe el viaje Honorius Philoponus en su libro Noua typis transacta nauigatio Noui Orbis Indiae Occidentalis..., Munich, 1621: sobre él hay estudios del historiador chileno Diego Barros Arana, El libro más disparatado que existe sobre la historia del Descubrimiento de América, en sus Obras completas, VI, 18- 33.
Consúltese, sobre Boil, José Toribio Medina, Biblioteca hispano-americana, 1, 75, donde indica bibliografía sobre él, y los trabajos del P. Fidel Fita en el Boletín Histórico, de Madrid, 1891, XIX, 173-237. No conozco el libro de D. Carlos Martí, Fray Bernardo Bou, La Habana, 1932. 
9 La Escritura de Fray Román Pane sobre los indios figura como apéndice al capítulo LXI en la historia del Almirante Don Cristóbal Colón escrita por su hijo Fernando. “Fue el primer europeo de quien particularmente se sabe que habló una lengua de América", dice el Conde la Viñaza (Investigación histórica: la ciencia española y la filología comparada, en la Revista de las Españas, de Madrid, diciembre de 1932). La lengua que habló Pane no fue el taíno, general en la isla, sino la del Macorix de abajo: y. Las Casas, Apologética historia de las Indias, cap. Cxx.
10 La obra de Fernando Colón se publicó con el título de Historia del S.D. Fernando Colombo; Nelle quali s’ha particolare, e vera relatioe della vita, e de’fatti dell’ Ammiraglio D. Cristoforo Colombo, suo padre. Et dello scoprimento, ch’egli fece dell’Indie Occidentali, dette Mondo Nuovo, hora possedute del Sereniss. Re Catolico: Nuovamente di lingua Spagnnola tradotte nell’Italiana del S. Alfonso Ulloa. Venecia, 1571. Reimpresiones: Milán, 1614; Venecia, 1618, 1672, 1676, 1678, 1685, 1707. Traducciones: al francés, por C. Cotolendy, París, 1881; al español, por Andrés González de Barcia, Madrid, 1749; reimpresión en dos vols., Madrid, 1892(Colección de libros raros o curiosos, que tratan de América, V y VI), y nuevamente, en dos vols., con prólogo de Manuel Serrano y Sanz, Madrid, 1932.
Según Henry Harrisse (Fernando Colón, historiador de su padre, por el autor de la “Bibliotheca Americana Vetustissima” Sevilla, 1871, y Ferdinand Colomb, sa vie, ses ceuvres, París, 1872), el libro es una superchería.
Fernando Colón no ha dejado anotacion ninguna sobre él. ¿Podría ser, como pensó Gallardo, arreglo de la desaparecida biografía que escribió el gran humanista Hernán Pérez de Oliva, sobre la cual sí dejó anotaciones el hijo de Colón en los catálogos de su biblioteca? Resumiendo la cuestión de modo magistral, como siempre, Marcelino Menéndez y Pelayo dice en su estudio De los historiadores de Colón: “El D. Fernando que se dice autor de las Historie principia por no saber a punto fijo dónde nació su padre y apunta hasta cinco opiniones; cuenta sobre su llegada a Portugal fábulas anacrónicas e imposibles, y finalmente hasta manifiesta ignorar el sitio donde yacen sus restos, puesto que los da por enterrados en la Iglesia Mayor de Sevilla, donde no estuvieron jamás.
“Todos estos argumentos, unidos al silencio de los contempráneos... , parecían de gran fuerza; pero de pronto vino a quitársela el conocimiento pleno de la Historia de las Indias, de Fray Bartolomé de Las Casas, donde no sólo sc encuentran capítulos sustancialmente idénticos a los de las Historie.., sino que se invoca explícitamente el testimonio de D. Fernando Colón en su Historia... No hay duda, pues, que Fray Bartolomé de Las Casas disfrutó un manuscrito de la biografía de Cristóbal Colón por su hijo...” En la discusión contra Harrisse intervinieron principalmente M. d’Avezac y Próspero Peragallo.
La discusión se ha renovado en este siglo, afectando tanto a Fernando Colón como a Las Casas. La bibliografía del asunto es extensa: está mencionada en la revista Tierra Firme, de Madrid, 1936, I, 47-71. Baste indicar que, como en la ocasión anterior, la opinión de los principales investigadores mantiene a Fernando Colón en posesión de estado de autor del libro.
No sé si se conserva la carta geográfica del Nuevo Mundo que le encargaron los reyes en 1526 (y. Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía, sacados en su mayor parte del Real Archivo de Indias, XXXII, 512-513). Hay dos cartas suyas de 1524 sobre cuestiones de América en el tomo XL de la Colección, págs. 160-174. 
11 El distinguido investigador Fray Cipriano de Utrera, en su artículo Los primeros libros escritos en la Española, publicado en la revista Panfilia, de Santo Domingo, 15 de mayo de 1924, menciona las siguientes obras: el Diario de Colón (1492-1493); la Escritura del P. Pane (c. 1494); la Doctrina cristiana para indios, de Fray Pedro de Córdoba (m. 1521); el Itinerarium del obispo Geraldini, terminado en 1522; la Apologética historia de las Indias, del P. Las Casas, comenzada en el Convento Dominico de Puerto Plata en 1527; la larga carta del P. Las Casas al Consejo de Indias, sobre los indígenas, terminada en Puerto Plata en enero de 1531; la Historia general y natural de las Indias, de Oviedo, que se comenzó a publicar, inconclusa, en 1535. Deberán agregarse, por lo menos, la carta descriptiva del Dr. Chanca, de 1493, y el Sumario de la natural y general historia de las Indias, de Oviedo, publicado en 1526.


 

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